• Por Ximena Peredo (@ximenaperedo18)
    Nota vía Planeteando

    Hace unos días se registraron 200 incendios en la Zona Metropolitana de Monterrey. Fue un hecho histórico que, sin embargo, pasó más bien inadvertido. El “problema” que se comentó en los medios de comunicación es la insuficiencia de bomberos y de presupuesto para combatir el fuego. La crisis climática la puedes tener sentada frente a ti, sin verla. ¿Cómo podemos explicar esto?

    La primera vez que entendí cómo opera la lectura selectiva de la realidad fue leyendo a Michel-Rolph Trouillot, en Silencing the Past: power and the production of history. En este libro, el autor presenta cómo la revolución haitiana pasó desapercibida -aún después de suceder- para la Francia colonial. Las noticias que llegaban del caribe no podían ser ciertas sencillamente porque era imposible imaginar a la población negra organizándose. Al creer que los esclavos eran más animales que personas, la posibilidad de la emancipación era un disparate. Se reían con las noticias. De hecho, hasta la fecha, aunque se trató de la primera revolución de independencia en América, en 1791, se le sigue llamando “insurrección” y no se le da el crédito que merece en la historia. Trouillot concluye: no se puede expresar lo que aún no se logra pensar. Esta sentencia nos regresa a la crisis climática y nuestra “incapacidad” para leerla en los acontecimientos.

    Pero, ¿cómo aprendemos a leer la realidad? ¿Por qué los franceses estaban tan seguros de que la población negra no podía planear y ejecutar su independencia? ¿Por qué en Monterrey no terminamos de asumir la crisis climática que nos tiene en sequía desde hace más de siete años? La realidad es una construcción social muy difícil de atajar. Se sostiene de una tradición, es decir, de su permanencia en el tiempo y de narrativas que “suenan bien” y son coherentes con la lógica dominante. En este sentido, la lógica moderna, aquella que plantea la separación de las personas y de la naturaleza como un principio civilizatorio, lleva por lo menos 220 años dominando nuestra organización social a partir del diseño de una economía utilitarista, que reduce a la naturaleza a su función de materia prima o a un “gran vacío” en donde desechar emisiones y residuos de nuestra actividad productiva.

    ¿Cómo discutir la contaminación ominosa de Fundidora instalada en el corazón de la Ciudad, o el despojo del agua perpetuado desde entonces por Cervecería Cuauhtémoc? ¿Quién podría pensar en esto cuando todo iba “tan bien”?

    El caso de Monterrey es emblemático precisamente porque mi Ciudad nace con el propósito de crecer el brote de capital que surgió a finales del siglo XIX, producto del comercio contrabandista y la modificación de la frontera con Estados Unidos. Antes de las fundaciones de Cervecería Cuauhtémoc y de la Fundidora de Hierro y Acero, Monterrey era apenas un caserío. Al ser todo el desarrollo posterior a la fundación de estas dos corporaciones, las conductas sociales, prácticas políticas y educación fueron subordinadas a las lógicas de estas dos industrias que ofrecieron trabajo, escuela y hasta religión a sus empleados y a sus familias. ¿Cómo discutir la contaminación ominosa de Fundidora instalada en el corazón de la Ciudad, o el despojo del agua perpetuado desde entonces por Cervecería Cuauhtémoc? ¿Quién podría pensar en esto cuando todo iba “tan bien”?

    Mi tesis doctoral justo ahonda sobre la confusión que impera en la Ciudad ante la infrarrepresentación de los espacios naturales y la sobrerrepresentación de espacios productivos y de consumo. A los primeros los creemos irrelevantes y a los segundos indispensables. Cuando desde la infancia te mueven en la ciudad en auto, y te llevan de paseo a espacios de consumo –que aquí llamamos mols, es decir, plazas comerciales-, y pasas tu vida futura yendo y viniendo de espacios de producción (la oficina) a consumo (supermercados, restaurantes, estadio), terminas por creer que así son y deberían ser las cosas. Si a esta inercia generada por la experiencia de ciudad que tenemos, agregamos la dificultad para ejercer el pensamiento crítico en una sociedad con una tradición paternalista del corte obrero-patronal, la posibilidad de cuestionar nuestra relación con el medio ambiente adquiere una importancia de hazaña política. Esto, por más difícil que parezca, está ocurriendo por toda la Ciudad, la dificultad es, de nueva cuenta, ser capaces de reconocer esta revolución que se está gestando por el clima.

    De ahí la importancia de documentales como EL TEMA que se estrenó justo hace una semana, el 13 de abril; y que hoy estrena su capítulo sobre el Aire, enfocado en Monterrey, y en el que tuve el honor de participar. Estas narrativas ayudan a legitimar estas lecturas críticas de la realidad, pero no sólo eso, sino que confirman que la crisis climática es una realidad que nos está matando. Este tipo de esfuerzos documentales, más las luchas que miles de personas estamos dando en el País, pueden parecer que conmueven muy lentamente hacia el viraje urgente a una política y economía centrada en los cuidados y el respeto a la vida, pero son exactamente el tipo de referencias que necesitamos para pensar y expresar lo que explota ante nuestros ojos.

  • Por Sofía Castillo (@sofia_xol) y René Moreno (@elperrogacho).
    Nota vía Planeteando

    Una pensaría que en un desierto se cuidaría y apreciaría el agua como si fuese lo más preciado que tenemos, como si la vida dependiera de ella, porque es evidente que dependemos de ella. Aún así, muchas personas no entendemos el estado crítico en el que nos encontramos. Quizás porque los gobiernos nos han ocultado históricamente la información real sobre la sobreexplotación, contaminación y acaparamiento del agua en nuestro país, o que nos engañaron diciendo que para solucionarlo la estrategia debe ser algo así:

    Este desconocimiento genera las condiciones ideales para que, mientras nosotras estamos cerrándole al grifo cuando nos lavamos los dientes; el agua sea sobreexplotada, utilizada despiadadamente y sin remordimiento por las industrias extractivas, el gobierno y la clase política, a costa de nuestra propia vida.

    Hablando del conflicto en Chihuahua, el uso político del conflicto por el agua entre los malos gobiernos, la agroindustria y pequeños agricultores no es tema nuevo, pero fue en el 2020 que comenzó a resonar a nivel nacional. Ha sido complejo explicar la problemática porque existen intereses de todos los niveles inmiscuidos, desde las cúpulas políticas y empresariales nacionales e internacionales, hasta los intereses de los pequeños agricultores, sus familias y las comunidades que giran en torno a la agricultura en la región.

    Al respecto, uno de los mayores problemas es que la “democracia” se encuentra capturada en nuestro sistema político actual, esto significa que los intereses más cuidados son los de las cúpulas económicas y políticas, como los de la agroindustria de exportación y la clase política que se beneficia de ella (como el PAN, PRI y Morena en el caso de Chihuahua). Lo que significa es que en las decisiones sobre el agua estos grupos son los más beneficiados, mientras que la agricultura para asegurar la soberanía alimentaria de la región es relegada a un segundo término, y mucho peor: las acciones necesarias para evitar una crisis del agua derivada del acaparamiento y la sobreexplotación queda en ultimísimo término.

    La militarización del agua en Chihuahua llevó al límite el conflicto e inició un cambio radical a nivel nacional en la estrategia gubernamental de administración hídrica que a largo plazo afectará a todos los territorios y comunidades en defensa del agua. Después de la primera represión por parte de los elementos de la Guardia Nacional, se publicó un decreto federal para “establecer la utilidad pública de los recursos hídricos como un asunto de seguridad nacional”. Así comienza (oficialmente) la militarización del conflicto en nuestro territorio, lo preocupante es que el decreto abre la puerta a la posibilidad que estas estrategias de militarización para la “protección de los recursos hídricos cómo asunto de seguridad nacional”, o sea un asunto militar, sean utilizadas en cualquier otro conflicto relacionado a la defensa del agua en nuestro país, no solamente en Chihuahua.

    Además, la crisis del agua en Chihuahua se está agravando considerablemente por la sobreexplotación de los acuíferos, de 61 acuíferos que existen en este territorio 29 se encuentran sobre explotados, este ha sido el máximo histórico desde que la @conagua_mx lleva estadística del tema. Prácticamente se duplicó el número de acuíferos donde @conagua_mx considera que se extrae más agua de la que el acuífero puede recargar.

    Para nosotras, es muy importante diferenciar la defensa del agua, del territorio y de la vida, de la defensa que hacen las cúpulas económicas y políticas del riego de cultivos que necesitan altas cantidades de agua en medio de un semi-desierto (esto debe terminar) y que son parte del problema (modelo extractivista y agroindustria).

    En el contexto de crisis climática en el que nos encontramos, es URGENTE evitar la sobreexplotación, contaminación y acaparamiento del agua a manos de estas cúpulas económicas y políticas, y en específico a manos  de las industrias agricolas, del fracking, mineras, cerveceras y refresqueras, responsables de la contaminación, sobreexplotación y estrés hídrico en Chihuahua y México.

    Resulta urgente recuperar nuestras cuencas, para hacerlo debemos tomar acciones concretas y sostenidas para restaurarlas y regresar los ríos a su cauce; así como obligar a que se desmantele el modelo actual de extractivismo del agua que ha demostrado ser insostenible y profundamente dañino, que violenta derechos humanos, propicia conflictos socioambientales y agresiones en contra de las personas defensoras del medio ambiente.

    Resulta urgente que sepamos que la defensa del agua #DependeDeNosotras las personas y que es importante que continuemos fortaleciendo nuestras redes y estrategias comunitarias, de participación ciudadana y democracia directa para la defensa del agua, así cómo exigir colectivamente y con urgencia una Ley Nacional de Aguas que garantice el derecho humano al agua como bien común y que en caso de conflicto vele por los intereses de las personas comunes, las comunidades, pueblos y ecosistemas y no por los intereses de las mega-industrias y la clase política (principios pro homine y pro naturaleza).

    POR ÚLTIMO, es importantísimo que no sucumbamos ante la idea del futuro perdido. La crisis climática es sobre todas las cosas una crisis de imaginación y de esperanza.

    Al día de hoy existen, existimos, cientos de personas y comunidades en todos los rincones organizándonos para evitar las guerras por el agua (únanse, nos necesitamos), cómo las cientos de personas en Mexicali defendiendo el agua frente a la industria cervecera; la digna y rebelde Ayutla, la Temacapulín en defensa incansable de su Río Santiago; los pueblos dignos de Sonora a 6 años del derrame tóxico de Grupo México continúan en lucha por la recuperación de los ríos, los Pueblos en defensa de la vida y las cientos de personas defensoras del medio ambiente, de los cerros y de los bosques en la Sierra Madre Occidental y en todo el país.

    Estamos aquí y lograremos que el agua vuelva a su cauce.

    Mientras los partidos hacen campaña y nos hacen promesas vacías, capturados por los intereses de capitalistas y contaminantes, vamos a defender la vida,

    #ElTemaMX es recuperar el agua, al bosque, a los ríos, a la vida misma y su dignidad para todas las personas.

  • Imagen: _DSF4749

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